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El Colegio de Abogados de Madrid

Tengo un sueño, un sueño que está relacionado con algo que me repito a mí misma hasta la saciedad, y es que el cambio somos nosotros. Que solo podemos pedir que nuestro entorno cambie o mejore, si hemos emprendido nosotros mismos ese camino; con sus luces y sus sombras, sus aciertos y sus desaciertos. Cuando avanzamos con la firme voluntad de transitar por el sendero de cambiar en nosotros todo aquello que queremos ver reflejado fuera, sabiendo que unas veces lo conseguiremos y otras no tanto. Pero que siempre lo importante será el firme propósito de hacer las cosas desde otro lugar.


El lugar por el que sueño se abrirán nuevos caminos siempre es el del corazón, el del deseo sincero de vivir una vida en la que quepan todos y todos lo hagan por igual. Donde sumemos, en lugar de restar, donde todos podamos encontrarnos aunando fuerzas para crecer en comprensión, empatía, valores y entendimiento. Para hacer de la sociedad en la que vivimos un espacio cada vez más humano y más justo, en el que todos ganen.


Mi sueño es que eso lo hiciéramos a través de aquellos colectivos de los que formamos parte. Y como soy abogada de Madrid, me gustaría que se hiciera realidad en mi colectivo, en el Colegio de Abogados de Madrid (el ICAM). Tenemos mucha más capacidad de influir de la que puede creerse a simple vista, y esa potencialidad podemos utilizarla para plantar semillas de discordia o de concordia. Y lo grave, o lo maravilloso es que lo que hagamos entre nosotros será lo que veamos reflejado en esa sociedad a la que nos debemos y que reclama nuestra ayuda.


Formo parte del ICAM desde hace 35 años. En todo este tiempo nunca había percibido que el Colegio fuera por y para los colegiados, que potenciara ningún tipo de valores entre los compañeros, que le preocuparan o se ocupara por los problemas de la Justicia, o de los ciudadanos. Y cuando parece que comienza a lucir el sol en este colectivo con una nueva Junta de Gobierno, que puede significar el cambio, comienzan a aparecer nubarrones por todas partes.


No es mi intención juzgar si la actual Junta de Gobierno lo está haciendo bien o mal. Tampoco quiero hacerlo con aquellos a los que no parece gustarles el cambio. Ignoro lo que persiguen. Lo que si pretendo es hacer un llamamiento a la concordia, a la cordura, a la responsabilidad. No tenemos derecho a enredarnos en luchas internas cuando estamos rodeamos de gente que tiene auténticos problemas, que demanda de nosotros una respuesta, intentando abrir una puerta a la verdadera Justicia. No podemos distraernos de lo que verdaderamente importa que son los graves problemas que tienen muchos de nuestros convecinos. Es el momento de aunar esfuerzos para ayudar a los que no encuentran soluciones a lo que les está pasando y comenzar a ocuparnos de encontrar soluciones y acciones para poder poner fin a tantos desmanes. ¡Olvidémonos de todo lo demás!


Para una abogada “normal” como yo (del montón por decirlo de alguna manera), el tener una Junta de Gobierno formada por abogados “a pie de calle” y “normales”, como yo, es todo un lujo jamás imaginado nunca antes. Personas con muchos defectos seguramente (como yo), pero que, a la vez, se muestran sencillas, enamoradas de la profesión, conscientes de la importante función social que desempeñamos como abogados, defensores de la verdadera Justicia y de los Justiciables, preocupados por los problemas más acuciantes y las necesidades sociales más perentorias. Tampoco es que les conozca demasiado y tenga plena constancia de todos esos apelativos, pero no tengo duda de que es la primera vez que una Junta de Gobierno del ICAM me transmite esos valores. Nunca fue así en los últimos 35 años!


Sólo por vivir esta experiencia después de tantos años formando parte de este Colegio, ya sería suficiente para que, entre todos aunáramos esfuerzos en construir, en lugar de en destruir, en favorecer el cambio en nuestro colectivo, en buscar soluciones a los acuciantes problemas a los que todos los días nos enfrentamos, en prestar la ayuda que tanto necesitan los colectivos más desamparados y vapuleados.


¡No tenemos tiempo que perder! ¡No podemos permitirnos ese lujo, con lo que está pasando fuera! Cada uno en el lugar que ocupa tiene la responsabilidad de poner su granito de arena para una sociedad más justa y también para una Justicia más Justa. No podremos hacerlo si estamos enredados en nuestra propia maraña, si entre nosotros no reina la paz y la concordia. ¿Qué puede haber más importante que eso? O nos empleamos a fondo en trabajar por los derechos de los que nos rodean, o las respuestas que precisan de la Abogacía Madrileña los ciudadanos de esta Ciudad, nunca llegarán a su destino. ¡Nosotros y solo nosotros seremos responsables de que eso ocurra!

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